En un año donde abundaron las decepciones entre los estrenos de Hollywood el director Gareth Edwards (Star Wars: Rogue One) corta la mala racha con un sólido thriller que concibió para ser disfrutado en una pantalla de cine.

La trama se desarrolla en un futuro distópico, que incorpora elementos del Cyberpunk, donde la humanidad se enfrenta a uno seres creados por el uso inmoral de la inteligencia artificial.

El panorama futurista que plantea el guión no es para nada descabellado y desarrolla una reflexión interesante sobre un tema que hace tiempo dejó de ser una fantasía.

Edwards no esconde en su trabajo la influencia del cine de James Cameron y añade además referencias a Apocalipsis Now, 2001: Odisea en el espacio, la infaltable Blade Runner, Children of Men y guiños directos a clásicos del animé como Akira y El Capitán Centella, un referente popular de los años ´70.

Dentro de esta ensalada de homenajes su propuesta pierde un poco de identidad ya que el relato eventualmente se vuelve predecible y familiar.

 Sin embargo el director compensa esta cuestión con la estupenda puesta en escena de la sociedad distópica que presenta, la musicalización de Hans Zimmer y la calidad de las secuencias de acción que también había sobresalido en su obra previa.

John David Washington en el rol principal aparece más suelto que en Tenet y consigue componer un héroe digno que genera empatía a través de la relación que establece con una niña androide, a cargo de la debutante Madeleine Yuna Voyles.

Un gran hallazgo de los productores.

Hacia el final la trama se desinfla un poco cuando Edwards opta por extender de un modo innecesario la resolución del clímax que ya venía definido.

Son esos casos donde la película amaga con llegar a su fin y luego se alarga otros 20 minutos para darle rienda suelta a la pirotecnia visual.

Pese a todo, en una temporada donde las producciones hollywoodenses no presentaron demasiados espectáculos notables, Edwards con muy poco consigue elevar la calidad de los contenidos.

Si no se dejan llevar por los vendedores de humo que encuentran obras maestras en todos los estrenos semanales es una opción que recomiendo tener en cuenta, especialmente si les atrae las propuestas del género.

Lo que más me gustó de Resistencia es que nos encontramos ante un film que no es ni secuela, ni precuela ni perteneciente a ninguna saga preexistente. Así que una bocanada de aire fresco dentro del cine maintream sci-fi viene muy bien.

Lamentablemente no es una película sin fallas y es bastante deudora de otros films y otros directores.

Es fácil compararla con Terminator (1984) o Yo, Robot (2004), pasando por El hombre bicentenario (1999) así como también gran parte de la obra de Oscar Asimov.

Incluso el director Gareth Edwards diseñó un tercer acto con varias similitudes a lo que fue su Rogue One (2016).

Por ello, si bien la película es -en principio- original, posee estas cosas que hacen darnos cuenta de que no es tan así.

Edwards arranca muy bien, ya que el primer acto es fenomenal, pero empieza a decaer un poco en la mitad hasta que se termina desdibujando hacia el final.

A nivel personajes es correcta y no más que eso. Pese al buen laburo de John David Washington, es muy difícil conectarte con él.

En contraposición, la niña actriz Madeleine Yuna Voyles da mucha ternura.

La película entretiene y ahí cumple su máxima función ya que no hay expectativas. Asimismo, tiene un buen gancho con la actualidad dado a todo lo que se discute en estos días en lo que tiene que ver con las Inteligencias Artificiales.

Por lo tanto, Resistencia (peor título que el original "El creador") es para pasar un buen momento en el cine, pero no más que eso. La película no tendrá mucha trascendencia.