En los primeros diez minutos de este film el director Antoine Fuqua ofrece una de las mejores introducciones de personajes que se registraron en el género de acción durante el 2023.

La secuencia establece el tono que tendrá en adelante el film donde la narración de Fuqua evoca las viejas películas de Charles Bronson con una pizca del Jason Voorhees de los ´80.

Desconozco que le pasó al cineasta pero el contenido de sadismo que incluyó en la conclusión de esta trilogía es notable y remite a la vieja guardia del policial negro italiano que en los años ´70 estuvo representado por la obras de Umberto Lenzi, Steno y Enzo G.Castellari.

La paradoja de esta cuestión es que El justiciero: Capítulo final tiene menos secuencias de acción que los episodios previos.

En esta oportunidad Fuqua optó por construir el relato con elementos del cine gánster y el western donde las tensiones entre los personajes cocinan a fuego lento el clímax.

Quienes busquen una película a lo John Wick con secuencias de peleas cada dos minutos probablemente se van a aburrir ya que el atractivo del espectáculo va por otro lado y se centra en la presencia arrolladora de Denzel Wahington.

El modo en que trabaja los silencios y las miradas en la composición de su personaje resulta más cautivante que cualquier collage de tiroteos y persecuciones interminables.

Un ejemplo que encontramos en la estupenda escena que tiene lugar en un restaurante donde Tito McCall se le planta a un grupo de matones.

El conflicto de esta entrega se centra en el sur de Italia donde McCall termina involucrado en una guerra con un clan mafioso.

Si bien la trama es predecible porque ya la vimos en otras propuestas del pasado, el modo en que la cuenta Fuqua y la interpretación de Washington consiguen que el espectáculo resulte entretenido.

Dentro del reparto secundario, integrado en su mayoría por artistas italianos, Dakota Fanning tiene una reunión simpática con Denzel que evoca la química de Man of Fire pero el argumento lamentablemente no le permite a ella lucirse demasiado y termina desperdiciada.

Si hubiera que objetarle algo a este film es que tal vez faltaron un par de villanos que le impusieran una mayor adversidad al protagonista.

Cuando McCall entra en modo Jason el público tiene claro que los mafiosos no tienen ninguna chance de sobrevivir y eso afecta un poco al contenido de suspenso.

Queda la impresión que la saga no da para más y en este contexto la colaboración entre Fuqua y Washington al menos le otorga al justiciero urbano una despedida decente.

Antes que otra entrega de Rápidos y furiosos dame 20 películas más en esta línea con la fórmula Bronson-Voorhees que no me quejo.

La saga The Equalizer (El Justiciero) es, sin dudas, una de mis favoritas de los últimos años en materia de acción.

Amo el personaje que interpreta el gigante Denzel Washington y cómo se manejan las secuencias de “ajusticiamiento”.

Lamentablemente este estreno es víctima de la llamada “maldición de la trecuela”, aquella máxima hollywoodense que reza que las terceras partes de dos buenas películas previas no será buena.

Lamentablemente se cumple esa premisa.

Ojo que tampoco es un mal film, solo que pierde en comparación.

Esto se debe más que nada porque se saca un poco de su elemento a Robert McCall, aquí lo vemos intentado ser feliz y que encontró su lugar. Creo que eso le quita mística al personaje.

Asimismo, las secuencias de acción igualan a sus predecesoras, pero no las superan. Y en este tipo de films esperamos más. Algo como sucede con la saga John Wick.

El director Antoine Fuqua es uno de los grandes exponentes del cine de acción de la actualidad. Pero aquí laburó un poco en piloto automático.

Igual el mayor problema es el guión. Medio chato, sin vuelo propio y amparándose cien por ciento en las entradas previas.

Tanto los villanos como el resto del elenco no tienen matiz alguno. Solo garpan las hermosas locaciones de la Costa Amalfitana.

En definitiva, Robert McCall merecía una despedida más grandilocuente y no una con sabor a poco.