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Un amigo abominable es la tercera película de animación relacionada con la figura del Yeti que se estrenó en los cines en el último tiempo.
El año pasado tuvimos el caso de Smallfoot, producida por Warner, y hace unas semanas pudimos ver la mitología que rodea a este personaje en Sr.Link, realizada por la compañía Laika.
Entre estas propuestas la obra de Dreamworks, dirigida por Jill Culton, ex artista de Pixar, es la más interesante y entretenida de las tres, pese a que trabaja una premisa argumental que ya se explotó bastante en el pasado.
La trama no es otra cosa que E.T. con la figura del Yeti y refrita la idea esencial del clásico de Steven Spielberg.
En este caso un grupo de chicos emprende una aventura para ayudar a una criatura mágica a regresar a su hogar mientras son perseguidos por una organización científica.
Si bien el conflicto es prácticamente el mismo, el contexto en el que se desarrolla el film y las característica de los personajes principales consiguen que esta producción conserve su propia identidad.
Es decir, la idea central no es precisamente original pero cuenta con varios elementos que estuvieron muy bien desarrollados.
En principio el argumento se centra en la comunidad de una familia asiática, cuya cultura fue tratada con mucho respeto.
Yi, la protagonista adolescente, es una heroína carismática que despierta mucha empatía y presenta la clásica melancolía de los personajes de Pixar, que probablemente la directora acarrea de sus raíces laborales.
Hay un par de subtramas relacionadas con el duelo de esta chica por la muerte de su padre (siempre tiene que haber un familiar fallecido) y sus dificultades para establecer amistades que intentan darle un poco más de profundidad al relato.
Esta característica, sumada a la espectacular puesta en escena desde la animación, genera que la película sea muy amena para los seguidores adultos del género.
En lo referido a la realización, Un amigo abominable está al nivel de la calidad que tuvieron las entregas de Kung Fu Panda y Cómo entrenar a tu dragón con algunas secuencias que son particularmente bellas.
En pequeños momentos como las escenas donde la protagonista toca un violín cerca del Yeti se nota que es una producción que tiene corazón y sus realizadores se esforzaron por brindar un producto de calidad.
Para los más chicos es una apuesta segura que no tiene personajes ni chistes tontos y ofrece una aventura muy entretenida.
Tal vez no quede en el recuerdo entre las obras más célebres de Dreamworks pero dentro del género se destaca entre los estrenos decentes de este año.