Lejos de renacer, la maldición queda estancada en la más absoluta mediocridad.
No hay buena noticias para los seguidores de Kayako, la fantasmita vengativa de The Grudge, quien supo reunir una considerable base de fans desde su aparición en el cine a fines de los años ´90.
La decepción en este caso es mayor todavía porque se podía esperar más de una película que contó con la producción de Sam Raimi y Robert Tapert, creadores de la franquicia Evil Dead.
Mi teoría es que ni siquiera pisaron el set de filmación en este proyecto, ya que de otro modo no se explica el tratamiento fallido que le dieron al film. En el relanzamiento de la saga The Grudge se percibe la ausencia de un productor con sentido común que le recordara al cineasta Nicolas Pesce que esto debería ser un film de horror.
De todas las entregas que se hicieron en esta franquicia la nueva película es la peor de todas por ser la más aburrida. Pesce no hizo el mínimo esfuerzo por trabajar a la fantasma Kayako con alguna idea fresca o interesante y todo los elementos de horror quedan limitados a trillados jump scares que solemos encontrar en las producciones malas de este tipo.
Gran parte de los conflictos que presentan las diversas subtramas se pierden en escenas de exposición del argumento y procedimientos de investigaciones policiales que son sopóriferos de ver.
Una lástima porque el reparto es bueno y tiene actores talentosos como Demián Bichir y Andrea Riseborough, la figura de Mandy, una obra de horror mucho más interesante y creativa que este bodrio.
Para variar, la presencia de la icónica Scream queen, Lin Shaye (Insidious) brinda el único momento decente que se puede encontrar en La maldición renace. Su labor es increíble porque le saca agua a las piedras.
Aunque la película en la que trabaje no sea buena ella siempre sale bien parada y lo único que queda en el recuerdo es la escena en la que participó la actriz.
Si la idea era relanzar la saga The Grudge el director se podía haber esforzado en hacer algo más interesante, al menos desde los aspectos visuales, donde ofrece un film plano y genérico.
El resultado final es otra película mala de esas que abundan en la programación de Netflix o los canales de cable.
Seguimos en la espera de un estreno de horror decente.

En los 2000s las remakes del cine de terror japonés por parte de Hollywood fue furor.
Siendo los máximos exponentes las sagas The ring y The grudge.
Ahora llega una nueva entrega de esta última que a su vez es una especie de reboot/secuela de la original.
Se hace cargo (de manera muy suelta) de los hechos ocurridos en el film de 2002 para lanzar la nueva historia.
La premisa es la misma: quien entra a la casa se lleva consigo la maldición y tarde o temprano termina brutalmente asesinado.
El director y guionista Nicolas Pesce no logra nada nuevo y ni intenta recrear la atmósfera japonesa.
La película está plagada de jump scares (saltos de miedo) muy previsibles y por lo tanto no asustan por más que alguno te agarre medio desprevenido.
Otro de los puntos flojos es los personajes.
El elenco principal es bueno, pero no se luce.
Tanto Andrea Riseborough como Damián Bichir están desperdiciados.
Sus roles no tienen personalidad y deambulan por ahí porque sí y a los tumbos de un guión lleno de refritos.
La maldición renace solo podrá ser disfrutada por un público inexperto que haya visto poco terror.