Good Boy es una producción independiente que este año llamó la atención en el circuito de los festivales de cine y, a raíz de su recepción positiva, consiguió expandir su distribución en los mercados internacionales.

Filmada con un presupuesto de 750 mil dólares, la ópera prima de Ben Leonberg propone una vuelta creativa a los relatos tradicionales de casas embrujadas.

La particularidad del film es que el misterio de una posesión demoníaca se narra desde la perspectiva de un golden retriever llamado Indy, quien tiene más recursos expresivos que varias figuras de Hollywood de la actualidad.

Debido a que la mascota del director no era un animal entrenado por profesionales, el rodaje se realizó a lo largo de tres años sin intervención de efectos digitales.

El resultado es una obra interesante que tal vez no sobresale por el contenido de terror, pero mantiene intrigado al público con sólidas ambientaciones de tensión y el dominio del suspenso que maneja el realizador.

El punto de vista limitado del canino incrementa el misterio de la trama, ya que solo podemos seguir los hechos a través de su perspectiva.

Sin la presencia y labor de Indy —mascota en la vida real de Leonberg— esto habría sido una típica producción genérica del estudio Blumhouse, ya que el conflicto central resulta bastante simple.

Los fans de la animación podrán encontrar similitudes con el clásico de Cartoon Network Coraje, el perro cobarde, aunque el director manifestó que no tomó la serie como referencia mientras desarrollaba el proyecto.

El carisma de Indy, sumado a un ritmo narrativo dinámico, consigue que el espectáculo resulte ameno, pese a su duración de 72 minutos —una virtud y un riesgo al mismo tiempo—.

Si bien el relato evita escenas de relleno, no sé cuánta gente está dispuesta a pagar una entrada de cine por una propuesta que pasa tan rápido.

Motivo por el cual es probable que Good Boy encuentre a su público a través de las plataformas de streaming.