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En El regreso de Mary Poppins se repite una experiencia similar a lo que fue El Cascanueces y los cuatro reinos.
Las puesta en escena es espectacular y está al nivel de lo que el espectador puede esperar de una producción de Disney y muy especialmente de un musical de Rob Marshall (Chicago).
Los fans del estudio celebrarán el regreso de la animación tradicional que es parte del alma de la compañía y todo el reparto seleccionado es impecable.
Lamentablemente, la falta de imaginación y creatividad con la que desarrollaron esta producción es tan abrumadora que el resultado final termina siendo una obra insulsa y olvidable.
El gran problema de este film es que El regreso de Mary Poppins funciona más como un tributo nostálgico a la producción de 1964 que una continuación con identidad propia.
No existe una sola secuencia musical en este trabajo de Marshall que no remita directamente al clásico con Julie Andrews y el relato del director se excede de un modo absurdo con los guiños a la primera encarnación de la famosa niñera.
Por consiguiente, en lugar de aprovechar la oportunidad para expandir la historia del personaje y hacer algo diferente, la nueva producción se limita a recordarnos lo genial que fue la película original.
El director Marshall calca prácticamente la misma estructura narrativa que implementó Robert Stevenson en el ´64 y no ayuda el hecho que la mayoría de las canciones suenen todas iguales.
La desventaja de hacer una continuación que se apoya tanto en la explotación de la nostalgia es que impide desarrollar cualquier expresión creativa que podría haber aportado una visión fresca y más espontánea de este personaje.
Muy especialmente en lo referido al tratamiento de la fantasía.
Los únicos elementos nuevos que le añadieron a la trama son la presencia de un banquero villano (completamente innecesario) y numerosas conversaciones sobre trámites y finanzas que seguramente serán muy divertidas para los niños.
Salvo por las secuencias musicales donde se pueden disfrutar situaciones entretenidas, el resto de las escenas, cuando los protagonistas no cantan, son un bodrio.
En lo referido al reparto, si bien Emily Blunt no es una figura que derroche carisma, en el rol de Mary Poppins está correcta pero no tiene muchas chances de destacarse por el modo en que se encaró esta entrega.
La dupla que forma con Lin-Manuel Miranda se complementa con éxito y encuentra sus mejores momentos en los números musicales.
Ben Wishaw y Emily Mortimer (en mi opinión lo mejor del film) consiguen hacernos creer que son la versión adulta de los hermanos Banks y resulta imposible no disfrutar las participaciones especiales de Dick Van Dyke y Angela Lansbury.
Una actriz que para los espectadores de más de 30 años siempre será recordada en este género por su labor en Travesuras de una bruja (1971), que fue un clon divertido de Mary Poppins.
Estos pequeños detalles que te sacan una sonrisa contribuyen a que el espectáculo se disfrute en la sala del cine.
Sin embargo, queda la sensación que el regreso de Mary Poppins podría haber sido mucho más interesante si los productores no hubieran estancado el film en los recuerdos del pasado.