En las últimas entregas de Rápido y furioso ya se habían establecido las condiciones para que la familia Toretto terminara en el espacio con autos voladores y en este capítulo finalmente se concretó la idea.

Lamentablemente sin la participación de los Transformers que estaban listos para salir a jugar a la cancha dentro de este delirio.

F9 es una película mucho más entretenida de lo que auguraban los avances promocionales y en esta cuestión jugaron un papel fundamental tres factores claves. El visionado en la pantalla grande tras la abstinencia de cine pochoclero y el contexto de la pandemia.

Desconectar la cabeza por dos horas con este tipo de escapismo hasta resulta saludable para evadirse por un momento de la difícil situación que atravesamos en la actualidad.

Por otra parte, la acertada decisión de Vin Diesel en delegar la dirección en Justin Lin, quien comenzó en esta saga con un traspié en Rápido y Furioso 3 y luego reinventó la franquicia en las entregas posteriores que tuvieron una recepción positiva.

En este episodio Lin supo repartir con equilibrio las situaciones grotescas a lo largo de la trama con el fin que la estupidez no sea tan abrumadora.

Una sorpresa de esta producción es que cuenta con más secuencias de acción que retoman el espíritu de los primeros filmes de lo que uno hubiera imaginado. El director abre la historia con una muy buena escena en una competición de Nascar y durante el desarrollo del argumento logra mechar una carrera clandestina y persecuciones que están muy bien elaboradas y no se apoyan tanto en los efectos de CGI.

En los primeros 20 minutos Toretto viola las leyes de la gravedad, con un salto en un acantilado, pero después pasa un largo tiempo hasta que Lin le da rienda suelta al derrape lisérgico en el tercer acto.

Aunque la acción se presenta más estilizada la película tiene dificultades para batallar con el desgaste natural que arrastra la saga en esta instancia. Rápido y furioso pide a gritos el capítulo final de una serie que ya usó todos los escenarios de peligro y locaciones posibles. Salvo que incursionen en el apocalipsis zombi la historia de Toretto no se puede estirar más.

En esta oportunidad John Cena se incorpora al reparto como el hermano perdido del personaje de Diesel, en un rol que tiene un desarrollo bastante prolijo para lo que suelen ser los argumentos de estos filmes.

Sin embargo tampoco le otorga a la trama ese aire fresco que en su momento supo aportar The Rock y la culpa no es de él sino que la fórmula de la franquicia se siente agotada.

Pese a todo, con todos estos inconvenientes, también hay que mencionar que el film consigue brindar un entretenimiento ameno, especialmente si se lo disfruta en la pantalla grande.

Si eligen ver F9 en el cine recuerden que hay una escena adicional en la mitad de los créditos finales.

En un momento del tercer acto de este estreno, se habla de “romper las reglas de la física” y de esa manera queda de manifiesto -por si quedaba alguna duda- que esta saga se encuentra más allá de todo (y que es consciente de ello).

Podría abordar esta reseña desde el lugar de todos los errores que posee en cuestiones de continuidad, arbitrariedades de guión y lo ridícula que es. Pero no lo vale, porque es la identidad del film y de la franquicia.

A esta altura los que se someten a ver Rápidos y Furiosos saben lo que se encontrarán y saben que siempre apuestan a un poco más en cada entrega (en ésta van al espacio).

Imposible no reírse con esas cosas. Y si te lo tomás por ese lado (el de la risa) la podés pasar bien. El humor por parte del espectador es lo único que puede hacer que no se note tanto la dureza de Vin Diesel y lo deplorable del resto del elenco.

Obvio que las secuencias de acción están muy bien, pero hay que compararlas con films de superhéroes y ciencia ficción en general y no con persecuciones automovilísticas en films de acción.

En definitiva, la película es solo apta para los fans y los que conocen los códigos de este universo (que sigue en crecimiento).