Indiana Jones no llega a despedirse por la puerta grande como se merecía un ícono popular de su envergadura pero al menos la película resulta pasable,  gracias a la interpretación de Harrison Ford y la música de John Williams que levantan el espectáculo.

Pese a su duración de 154 minutos no hay un sólo momento heroico del protagonista que quede en el recuerdo y la horrenda resolución que presenta el conflicto probablemente despertará algunas divisiones en el público.

Es lo que hay.

En el Hollywood de la actualidad cualquier guión de una propuesta pochoclera que logre superar estas cuestiones debe ser considerado una oveja negra en extinción.

Motivo por el cual la mejor recomendación que se puede hacer con esta propuesta es que bajen considerablemente las expectativas  y traten de disfrutarla por sus aspectos positivos que contribuyen al entretenimiento.

Si sos muy fan de lndiana probablemente vas a querer despedirlo en la pantalla grande por más que tengas claro que esta saga en realidad está integrada por la trilogía original y la serie de televisión de los ´90.

El resto quedará en el olvido salvo por la introducción del héroe en la cuarta entrega y la secuencia del casamiento con Marion que era el epílogo perfecto,

James Mangold (Copland, Logan, Ford Vs. Ferrari) asumió la dirección en esta oportunidad en reemplazo de Steven Spielberg a quien se extraña muchísimo por ese corazón que le imprimía a estas aventuras.

 El nuevo realizador intenta emularlo sin derrapar con la nostalgia añeja pero no llega a ser lo mismo.

Su narración sale a la cancha con los tapones de punta para ofrecer un prólogo que evoca y captura con acierto el espíritu cinematográfico de esta franquicia.

La secuencia que se desarrolla en 1944 apela al rejuvenecimiento digital de Ford, una tecnología que todavía se encuentra en una etapa experimental.

En algunos momentos, según la iluminación de la escena,  el rostro del protagonista parece un personaje de un film animado y en otros fragmentos se ve perfecto y luce como el Harrison de los ´80.

Más allá de este detalle técnico el comienzo de la trama es emocionante y Mangold le pone onda al evento.

Luego se produce un salto temporal hacia fines de los años ´60 donde los productores toman el riesgo de presentar a un Indi miserable y deprimido, producto de una tragedia personal.

Con la aparición de una ahijada, que es un conejo que sacaron de la galera y no se vincula con ningún personaje secundario del pasado, el explorador vuelve a la andadas en un conflicto más bizarro que el del Reino de la calaveras.

Phoebe Waller-Bridge (Fleabag) en el rol de Helena Shaw está correcta pero nunca se come el personaje por más que la película hace un esfuerzo descomunal por introducirla como una posible heredera de Jones.

A Bridge le queda demasiado grande el rol de heroína y termina siendo más la acompañante de un paciente de riesgo que la "elegida" del protagonista para continuar su legado.

El relato inclusive se toma su tiempo para desarrollar el origen del vínculo con su propio sidekick, un falso Shorty que no termina de convencer.

Mads Mikkelsen sale mejor parado como un buen villano funcional que no decepciona en absoluto con sus intervenciones.

Estas son las películas que lo hacen grande como actor.

Pese a que la historia es mala el tipo te levanta el espectáculo con su profesionalismo y se lo disfruta en el rol.

Dentro de la saga El Dial del destino es la única entrega a la que le sobran con facilidad 40 minutos y hacia la mitad el relato se vuelve un poco aburrido.

Luego Mangold sale de ese bache narrativo cuando empieza a construir el lisérgico clímax donde llega en mi opinión la peor escena del film, sobre todo por el rol desdibujado que tiene Indiana. Un tema que entra en el terreno de los spoilers.

Después  la quieren arreglar con un epílogo sentimentalista que llega tarde porque la despedida del aventurero deja sabor a poco como si se tratara de una historia de relleno.

Entre otros aspectos positivos se puede destacar todo el diseño de producción con la ambientación de los ´60 que es fantástica, el esfuerzo de Ford a sus 80 años en las secuencia de acción de menor escala (que no se apoyan en el uso del CGI)  y la última banda sonora de Williams que levanta muchísimo el material.

Reitero si llegás a la butaca con las expectativas bajo control el espectáculo se hace llevadero por más que no encontremos el cierre épico que merecía una saga de esta jerarquía.

Había mucha expectativa por esta película, también muchos rumores y una tendenciosa campaña de desprestigio misógina luego de la incorporación Phoebe Waller-Bridge. Teniendo en cuenta la nueva tendencia de Disney en cuanto a sus políticas de diversidad.

Así que me senté en el cine muy expectante, no solo por mi amor hacia Indy, sino también por todo lo otro. Y el resultado fue bueno y el que esperaba.

Un film clásico que supera a la anterior (Indiana Jones y El Reino de la Calavera de Cristal, 2008), pero que no llega a igualar la magia de la trilogía original.

James Mangold tenía la muy difícil tarea -incluso desafiante- de sentarse en la silla de Steven Spielberg. Y la verdad que estuvo a la altura.

La película estuvo muy bien filmada. Hay unos planos espectaculares. Los climas están muy bien y la edición acorde. Todo como tiene que ser en una peli de Indy.

Harrison Ford se despide por la puerta grande, pero aún así me da la sensación que no le terminó de convencer algo. ¿Qué cosa? No lo sé. ¿El guión? Tal vez algunas partes…

Ford es Indy, es indisoluble. Un papel que jamás podrá hacer otro actor. Tiene todos sus vicios y muletillas.

Pero aquí tiene otros matices. Nos encontramos con un Dr Jones cansado y algo quebrado. Los motivos están bien planteados y no lo comentaremos porque son spoilers, pero me da la sensación de que se le quitó a Indy algo de esa “chispa” tan característica. Y eso me molestó un poco.

Y eso me hace meterme en la edad. Indy está viejo. Harrison Ford tiene 80 años y si bien está esplendido para su edad. No es lo mismo que antes.

Por lo tanto, queda claro que toda la secuencia inicial es por ello. Estamos hablando de una media hora en donde se rejuveneció digitalmente a Ford, lo cual salió espectacular y vuelve a abrir el debate de hacia dónde llegará la tecnología.

Ahí queda bien claro que el prime de Indy estaba en la década del 40, en esas aventuras y en los Nazis como enemigos.

Esto último por suerte se mantuvo en esta última entrega. Los Nazis son los villanos.

Por ello hay que mencionar al inmenso Mads Mikkelsen, uno de los mejores actores de la actualidad y que los villanos le salen a la perfección. 

Aquí, si bien está en pos de una historia, su rol está muy bien. Le creés las motivaciones en todo momento.

El resto del elenco está a la altura y aquí es donde toca hablar de Phoebe Waller-Bridge.

Ella es una genia y es innegable. Entiendo que a muchos le pueda molestar, no fue mi caso.

Y no es vedad que opaca a Harrison Ford por momentos.

La película fluye, los tres actos funcionan bien. Pero le falta un cierto grado de éíca dado a que es la última…

Aunque el último plano te saca lágrimas.

En definitiva, Indiana Jones y el Dial del Destino es un más que digno cierre para uno de los personajes más importantes de la historia del cine y de la cultura pop. El único problema que tiene esa esa magnitud y no poder estar a la altura de las expectativas.