Una elección desconcertante de Liam Neeson que se deja ver gracias a su interpretación pese a que la experiencia general resulta amarga.

Si buscan entretenerse con una película de acción esta no es la propuesta adecuada por más que el afiche promocional retrate al actor con un revólver.

Implacable pertenece al cine gángster, un género que hace poco Neeson exploró en una producción muy superior como fue In the Land of Saints and Sinners.

El problema de este film es que vuelve a repetir un cliché que en el último tiempo se puso de moda en Hollywood.

Un asesino a sueldo es diagnosticado con una enfermedad neurodegenerativa e intenta redimirse con sus familiares en el corto plazo que le queda de vida.

El año pasado pudimos ver un concepto similar en la ópera prima de Michael Keaton, Knox Goes Away, y el propio Neeson ya encarnó un personaje que atravesaba dificultades similares en Memory, estrenada en el 2022.

En este proyecto volvió a trabajar con el director Hans Peter Moland, responsable de la remake del film noruego Cold Persuit (2019).

La trama tiene como protagonista a un delincuente de la vieja escuela que decide alejarse de la vida criminal para reconciliarse con su hija, luego de recibir el diagnóstico de la enfermedad.

En el ambiente de la Mafia no aceptan esa decisión y a partir de ese conflicto se desarrolla un relato tedioso y predecible.

Más que una propuesta de cine de género Implacable ofrece un drama depresivo centrado en individuos marginales que pertenecen al mundo del crimen organizado.

La narración lenta que escoge el director Moland tampoco contribuye a levantar un espectáculo estancado en el refrito de ideas que vimos en numerosas películas similares.

Neeson dentro de todo le pone onda a su interpretación pero no consigue hacer nada interesante con el trillado concepto del anti-héroe en busca de redención.

Si la dejan pasar en el cine no se pierden nada relevante.