Nota de Matias Lértora

En estos tiempos de cuarentena la mente se dispara a cualquier lado. Desde pensamientos que tienen que ver con lo que estamos viviendo hasta los más locos y rebuscados.
La mente de un cinéfilo es muy particular. Lleva casi todo al plano del séptimo arte y hace comparaciones.
Por ejemplo, en este momento el mundo entero se encuentra en una película apocalíptica o de futuro distópico, pero de bajo presupuesto.
No hay zombies, la gente no se ha transformado en vampiro, no estalló ninguna bomba nuclear, ni fuimos dominados por una Inteligencia Artificial.
Es como si alguien hubiese dicho: “Tenemos que hacer una película sobre el fin del mundo, pero no tenemos presupuesto así que inventen algo psicológico. Gente encerrada en sus casas, mucho dialogo. Lo máximo que disponemos a nivel producción lo podemos destinar para filmar en aeropuertos”.
Más allá de ese pensamiento delirante (pero bien cinematográfico), también vienen reflexiones y una de ellas es: ¿Puede una película cambiarte la vida?
La respuesta es un sí rotundo.
Una afirmación contundente.
No solo propia sino de mucha gente y, seguro, de la gran mayoría de los que estén leyendo estas líneas.
Hace poco hice una encuesta vía redes sociales preguntando esto para armar una sección en el programa de radio en el cual trabajo (Metro y Medio, FM 95.1) y las respuestas fueron de las más diversas y geniales. “Me hice biólogo por la película Epidemia”, “Me convertí en piloto gracias a Tom Cruise y Top Gun”, “Joker cambió mi perspectiva sobre las personas que padecen trastornos mentales”, “Terminé una relación de años y estancada luego de ver Los puentes de Madison”, “Crecí con la saga Harry Potter a la par”, “Alta fidelidad cambió mi forma de ver el amor. Menos comedia romántica por algo más real”, fueron algunos de los ejemplos que me enviaron.

Todo esto me hizo pensar en el film de John Carney Begin Again (2013), cuyo título original era “¿Puede una canción de amor salvar tu vida?”.
Aquella película me impactó, al igual que toda -la corta- filmografía de su director.
A lo largo de mi vida muchos films me impactaron y me moldearon de alguna manera. Como cuando suena la inmortal banda sonora de Ennio Morricone en el final de Cinema Paradiso (1988) mientras Toto ve el compilado de besos que Alfredo había armado para él. Eso le dio un marco a mi amor hacia el cine.
También lo hicieron Bob y Charlotte en sus diálogos y silencios de Lost in Translation (2003). Sofía Copolla cambió mi manera de analizar el estar perdido y reencontrarme. Vienen a mi mente las frases de Rocky Balboa, el monólogo escrito por Kevin Smith en voz de Ben Affleck en Chasing Amy (1997).
Así como también recuerdo mis lágrimas por el final de The last american virgin (1982), o la importancia que le doy a mis amigos que tiene un eco a lo que experimenté cuando vi por primera vez Stand by me (1986).
Ni hablar de la trilogía Antes del amanecer (1995), Antes del atardecer (2004) y Antes de la medianoche (2013), y su significancia con el amor, pero eso da para una nota aparte…
Una película puede llegar a ser una experiencia única, estemos solos en el living de nuestra casa reproduciéndola en Netflix o en una sala colmada de gente.
El cine puede recordarnos quiénes somos, nuestros miedos y nuestros máximos deseos. Una película puede marcarte y transformarte para siempre.
Puede cambiarte la vida.

Matías Lértora