Abigail trae de regreso a la dupla de directores Matt Bettinelli-Olpin y Tyler Gillet, responsables de las últimas entregas de la saga Scream.

En este nuevo proyecto reimaginaron uno de los títulos más prestigiosos de Dark Universe del estudio Universal como fue La hija de Drácula (1936), la aclamada obra de Lambert Hyllier que presentó una continuación del clásico de James Whale protagonizado por Bela Lugosi.

Una producción completamente adelantada a su tiempo que dejó su huella en el género con la introducción de la primera vampira lesbiana en la historia del cine.

La trama retrataba a la hija del famoso conde como una antiheroína trágica que odiaba su condición de monstruo y emprendía un camino de autodestrucción en la búsqueda de una existencia normal.

El rol encarnado por Gloria Holden luego tuvo una influencia notable en la novela de Anne Rice, La reina de los condenados.

Esta nueva versión toma algunos elementos de aquella obra para elaborar un cuento original que ofrece una experiencia más intensa.

No fui fan de los trabajos de estos directores en la saga Scream, cuya última entrega presentó el guión más estúpido y predecible de toda la franquicia.

La buena noticia es que en esta oportunidad levantaron la calidad de los contenidos con una propuesta que se acerca más al tono que habían presentado en su ópera prima Boda sangrienta (Ready or Not).

Abigail tal vez no es una película aterradora pero elabora un sólido thriller con elementos del cine de horror que están impecablemente trabajados por los realizadores.

Como propuesta relacionada con el vampiro de Bram Stoker supera claramente a Renfield gracias a un argumento más atractivo que se toma el trabajo de desarrollar los personajes.

Especialmente en el primer acto donde conocemos a la banda de criminales que cometen el error de secuestrar a la niña equivocada.

Mellisa Barrera, quien se destacó con su labor en los últimos episodios de Scream, ofrece otra buena interpretación con el único personaje que consigue despertar empatía entre los delincuentes.

No obstante, en esta oportunidad termina opacada por el fenómeno de Alisha Weir, quien hace un trabajo estupendo con los diversos matices de la personalidad de Abigail.

Cuando el film se mete de lleno en el campo del terror su desempeño es contundente y los directores van al hueso con el gore y el desquicio que propone la premisa de la historia.

Hay un par de guiños al film original de 1936 pero el relato mantiene su propia identidad y no decepciona en materia de entretenimiento.

Dentro de la temática de vampiros es de lo más decente que brindó el cine hollywoodense en el último tiempo y merece su recomendación.

¿Una nena bailarina de ballet vampira? Encima en un setting estilo Mi pobre angelito y/o Alien. Con toques gore e influencias tarantinescas.

Un experimento que podría haber salido muy mal, pero salió muy bien.

Abigail es una fiesta de lo absurdo, pero tratada con un noventa por ciento de solemnidad (hay un diez por ciento restante con toques de humor ilógico).

La conjugación de esa mezcla con ese tono atraerá a futuros fans y a detractores. Dependerá tu gusto por la cultura vampírica y las películas no tradicionales, si entrás o no en código.

Alisha Weir, quien la descoció en Matilda de Netflix (2002), vuelve a descocerla ahora en la antítesis de ese papel y se perfila como una de las actrices del mañana.

Melissa Barrera, Dan Stevens, Kathryn Newton, Giancarlo Espósito y Angus Cloud (QEPD) completan muy bien un cast divergente.

No deja nunca de ser una película coral donde los directores Matt Bettinelli Ólpin y Tyler Gillett logran sacar lo mejor de ellos.

El curriculum de los realizadores vuelve a nutrirse luego de haber hecho las últimas Scream y la genial Boda sangrienta (2019), entre otras.

Acá llevan todo al máximo, en un disfrute visual y sangriento.

No hay medias tintas con Abigail. Va a amarla u odiarla.

Yo me quedé con ganas de más.