A comienzos de siglo 21 Asa Butterfield trascendió entre los nuevos niños actores de Hollywood y parecía destinado a tener una gran carrera en el cine.

Luego de hacer llorar a todo el mundo en The Boy in the Striped Pyjamas la pegó con Hugo, de Martin Scorsese, donde fue elogiado por su trabajo.

Tras el fracaso comercial de Ender´s Game en el 2013 la industria lo puso en el freezer y desde entonces apareció en producciones del circuito independiente donde le costó hasta el momento conseguir una transición sólida en roles maduros.

Hace poco volvió a cobrar notoriedad con la serie de Netflix, Sex Education, pero en el cine no para de aparecer en películas horrendas u olvidables que lo desperdician como actor.

Juega o muerte es otro fiasco gestado por los hermanos Russo que trae al recuerdo el cine clase B que solía llegar al video club a fines de los años ´90.

La premisa en torno a una maldición que fuerza a un grupo de jóvenes a matarse entre sí con juegos macabros no es mala y la locación tradicional de Salem, en Massachusetts, le aporta cierto encanto.

Dentro del argumento los personajes elaboran versiones sádicas de pasatiempos tradicionales como las escondidas, la mancha y el ahorcado que presentan un mínimo destello de creatividad.

El problema es que la realización de los directores Eren Celeboglu y Ari Costa es penosamente pedestre y se limita a la exposición de jumpscares mediocres y predecibles.

 Asa Buterfield en el rol de villano tampoco presenta su interpretación más inspirada y esta  clase de proyectos la verdad que no contribuyen a revivir su filmografía.

A esta producción también le juega en contra la corta duración de 76 minutos que atenta contra el desarrollo de los personajes y la trama.

Todo se narra a las apuradas y el espectáculo resulta insípido y monótono.

Juega o muere es tan mala que no merece la mínima atención aunque la encuentres perdida en un canal de cable.