Mientras corren los créditos finales por la pantalla queda la impresión que a Tim Burton lo descongelaron de una cámara criogénica donde permaneció dormido en los últimos 12 años desde el estreno de Frankenweenie.

En la continuación de Beetlejuice ofrece la obra más inspirada que desarrolló en mucho tiempo donde vuelve a retomar el humor negro y las excentricidades de sus primeros trabajos con una puesta en escena artesanal en la que prima su voz de autor.

Dentro de la realización el uso del CGI quedó relegado a un plano marginal para darle prioridad a los efectos prácticos centrados en el uso de marionetas y animación stop motion que evocan un tipo de cine que ya no se hace con frecuencia en Hollywood.

No faltan las referencias a la estética del cine expresionista alemán y al giallo italiano que cobran vida en el extraordinario diseño de producción y la infaltable música de Danny Elfman que no pasa desapercibida.

Dentro del reparto sobresalen especialmente Michael Keaton, Catherine O´Hara y Winona Ryder, quienes aportan los momentos cómicos más sólidos.

 En lo referido al humor una cualidad del guión a cargo de Milles Millar y Alfred Gough (productores de las series Wednesday y Smallville) es que mantiene la irreverencia de la obra original sin distorsionar el espíritu de Beetlejuice con el fin de adaptarlo a las sensibilidades modernas impuestas por la corrección política. 

Cabe destacar la idea que encontraron para justificar la ausencia de Jeffrey Jones, quien encarnó al patriarca de la familia Deetz  en la obra de 1988 y terminó desterrado de Hollywood por una causa de pedofilia.

El recurso que utilizaron fue estupendo y contiene ese humor ácido de Burton que se extrañaba muchísimo en el cine.

Dentro de las nuevas incorporaciones Justin Theroux y Willem Dafoe encuentran los espacios para sobresalir con momentos muy divertidos mientras que Jenna Ortega tiene la función de acercar el film a los espectadores más jóvenes que por una cuestión generacional desconocían la película original.

 Su rol representa la introducción al mundo sobrenatural de Beetlejuice para el nuevo público que no tiene ninguna conexión emocional con esta propuesta.

El casting de Jenna en ese sentido fue un acierto y la actriz conforma una dupla muy atractiva junto a Winona.

La mayor debilidad del film se encuentra en el guión de Miller y Gough que saturan el conflicto central con varias subtramas que no llegan a ser desarrolladas con propiedad o tienen una conclusión acelerada.

En el primer acto el rol de Monica Bellucci amaga con tener un peso importante que luego se desinfla notablemente y termina por desdibujar la participación de la artista.

Más allá de este detalle el regreso de Beetlejuice no decepciona y consigue brindar un gran entretenimiento que rescata la magia perdida en la filmografía de Tim Burton.

Que sensación hermosa cuando una película te transporta hacia tu infancia. Muy pocos films pueden decir eso.

Bettlejuice Bettlejuice lo logra con creces para aquellos que crecimos en los 90s y descubrimos el film original en VHS.

También propicia otro impacto en aquellos que la vieron en el cine en su estreno en 1988.

¿Y el público nuevo? Aquél que no la vio o vio hace muy poco la primera película, se encuentra con un producto redondo y ni se dará cuenta de la continua apelación a la nostalgia.

Un elemento muy explotado y que en este caso celebro.

No quería algo nuevo e impactante por parte de Beetlejuice y Tim Burton brindó su mejor secuela (a la altura de Batman Returns, 1992).

Apostó a la practicidad de los VFX sin tanto CGI y a una narración más bien ochentosa. ¿El resultado? Una película "burtoniana" de la primera etapa del director, aquella de la cual se alejó (o lo alejaron) hace años, salvo por la adaptación live action de Dumbo (2019).

Burton se mete en lo que mejor sabe: los marginados, los freaks y cómo son percibidos en un mundo que los rechaza.

Y al igual que en la cinta original, Lydia es el centro para explorar todo. Y ahora como madre y como alguien que ha crecido con una habilidad y una historia a cuestas.

Jenna Ortega está muy bien, pero pierde en la comparación de los estandartes con los que comparte cartel,

Y, por supuesto, el eterno Michael Keaton regresando 36 años después no a un rol, sino a un símbolo.

Su Beetlejuice está intacto, el tiempo no pasó para el personaje.

Te hace reír de la misma manera, pero aquí se profundiza un poco más.

Realmente disfruté mucho la vuelta de todo este grupo en una secuela que no era necesaria pero que salió tan bien que se convirtió en obligada.

Lo único negativo que tengo para decir es que le falta alguna escena que trascienda a la película misma y que se vuelva parte de la cultura popular, tal como había pasado con la secuencia musical de 1988.

Salvo por eso, es un peliculón.