Dentro de las propuestas juveniles relacionadas con futuros distópicos Los juegos del hambre fue una franquicia que consiguió una enorme popularidad en el cine.

 A diferencia de The Maze Runner y Divergente que se desinflaron notablemente tras sus primeras entregas, la obra creada por Suzanne Collins tuvo mejor suerte con las adaptaciones que cosecharon un recepción positiva  en el público y la prensa.

En Balada de pájaros cantores y serpientes, el director Francis Lawrence, responsable de los últimos dos episodios, regresa a la serie para desarrollar una precuela que se ambienta 60 años antes de los hechos del film original.

A diferencia de los relatos previos  que trabajaban el thriller de acción la nueva entrega propone una película más dramática centrada en la historia de origen de Coriolanus Snow, el presidente tirano de Panem que encarnó previamente Donald Sutherland.

El gancho de esta propuesta pasar por conocer los hechos y las circunstancias que formaron el carácter del principal antagonista de la trama en un contexto donde los Juegos del hambre recién cumplen su décimo aniversario.

Lo mejor de esta película se encuentra en la inspirada interpretación de Tom Blyth en el rol de Snow, un actor que hace poco sobresalió por su composición de Billy The Kid en la subestimada miniserie del canal Epix.

Blyth ofrece un gran trabajo con la exploración psicológica de la génesis del villano y consigue que la propuesta le aporte un contenido interesante al resto de la saga.

Junto con la puesta en escena del retrato que se presenta en torno a la primera era de los juegos, intervenciones simpáticas de Viola Davis, Peter Dinklage y Jason Schwartzman, la labor del protagonista consigue hacer llevadera la propuesta, pese a su inexplicable duración de 157 minutos.

A la nueva obra de Lawrence le sobra con facilidad media hora de metraje y encuentra su peor momento en el segundo acto donde cae en un tedioso bache narrativo que alarga de un modo innecesario la construcción del climáx.

Lo peor de Balada de pájaros cantores y serpientes lo encontramos en la decepcionante participación de Rachel Zegler (West Side Story), quien no termina de encontrar su lugar en Hollywood.

Queda la impresión que  en este proyecto la convocaron para que cantara en un par de escenas y luego las desecharon en un rol insulso donde termina muy opacada frente al trabajo que presenta Blyth.

El argumento tampoco le ofrece un material para que ella se pueda destacar y su participación termina siendo tan olvidable como su labor en la continuación de Shazam.

Un detalle curioso ya que la saga en el pasado sobresalió por la solidez con la que se abordaron los roles femeninos pero en este episodio este aspecto no fue una prioridad de los realizadores.

Quienes no se engancharon con los títulos anteriores de Los juegos del hambre esta película no cambiará sus opiniones, sin embargo para el fandom que se entretuvo con la propuesta de Collins resulta una adición amena con un contenido más maduro que se deja ver en una pantalla de cine.

Tuve varias sensaciones viendo esta película. Por momentos pensaba "que grata sorpresa" y por otros "que termine este embole ya mismo".

Entre el mix de esos dos abordajes salen estas líneas.

Hace más de una década gracias al auge de la saga Crepúsculo comenzaron a florecer otras sagas inspiradas en best sellers adolescentes, ya sea en el reino de la total fantasía o en futuros distópicos. Fue allí donde los Juegos del hambre (2012), de la mano de Jennifer Lawrence, reinaron entre las otras franquicias.

Once años más tarde llega esta precuela que nos cuenta el origen de quien será el Presidente Snow, el personaje interpretado por Donald Sutherland y la consolidación de los famosos juegos.

Es ahí donde a los espectadores los pasean por escenas cruentas, amorosas y muchos sinsentidos.

El film es excesivamente largo y su subdivisión entre capítulos da el pie a que parezca que hay dos o tres películas en una.

Sin embargo, hay algo atractivo en su atmósfera y el clima que genera Francis Lawrence, quien conoce muy bien ese universo ya que estuvo a cargo de las otras entregas.

Por su parte, Tom Blyth está muy bien teniendo en cuenta los zapatos inmensos que tiene que llegar ya que el cinéfilo puede tener muy presente la juventud de Donald Sutherland ya sea por Invasion of body snachers (1978) u otra de sus películas icónicas.

Rachel Zegler está bien, pero es su gran aptitud musical la que la destaca, lo cual por momentos me parece que desentona con lo que era esta franquicia, aunque haya una justificación sobre su personaje en esta historia particular.

En definitiva, la película no es mala, pero claramente apunta a un disfrute más sectorizado. De los lectores de la saga y los fans.