La matanza de los indígenas de la Nación Osage en Oklahoma, durante la década de 1920, marcó una bisagra en la historia de la criminología de los Estados Unidos.

Las innovadoras técnicas de ciencia forense que se implementaron durante la investigación permitieron identificar a los responsables de los homicidios e impulsó la creación del laboratorio del FBI que J.Edgar Hoover fundó en 1932.

A quien les interesen estos temas les recomiendo buscar The FBI Story (1959), un muy buen drama policial producido por el propio Hoover, con James Stewart, que detalla los orígenes de la agencia y los procedimientos que se utilizaron en el caso de Oklahoma.

La nueva película de Martin Scorsese que recrea estos hechos desplaza a un rol muy secundario la participación de la agencia federal para elaborar una poderosa reflexión sobre el contexto de xenofobia en el que se desarrollaron los crímenes.

Un tema que tiene una enorme vigencia en el mundo del 2023 y va más allá de la cultura norteamericana.

A través de un film épico que trabaja el drama policial con algunos tintes de western el director explora la piscología de una serie de personajes turbios que manifiestan los peores rasgos de la condición humana.

No hay que tenerle miedo a las tres horas y media de duración de esta propuesta que ofrece uno de los mejores espectáculos del año en una temporada donde primaron las decepciones.

La verdad es que los 206 minutos se sienten en la butaca pero una vez que se estableció el conflicto central tras la primera hora el relato se vuelve cautivante y te olvidás por completo del tiempo.

La película se alarga en la primera mitad donde el director se toma su tiempo para desarrollar la dinámica de los vínculos entre los personajes principales y el contexto cultural que los rodea.

El tema es que si esas escenas fueran reducidas la experiencia que propone Los asesinos de la luna no sería la misma.

A diferencia de los que suele ocurrir con la mayoría de los estrenos hollywoodenses de estos días la duración de la obra en este caso está justificada.

El film rescata al mejor Robert De Niro de los últimos años en una dupla extraordinaria que conforma junto a un inspirado Leonardo DiCaprio.

Dentro de la galería de personajes nefastos que abundan en la trama Lily Gladstone , a través de una interpretación más contenida, consigue establecer un vínculo de empatía con el público.

Su labor es fantástica y probablemente sea reconocida en la próxima temporada de premios cinematográficos.

Quiero destacar dos aspectos notables de esta película que me parecieron formidables.

Una sorpresa inesperada, debido a la naturaleza de la trama, la encontramos en el contenido cómico del guión.

El relato de Scorsese trabaja un humor muy negro y ácido que toma el riesgo de generar incomodidad en el público y contribuye a descomprimir la intensidad del drama, además de hacer más llevadera la duración del film.

Ese tipo de momentos funcionan a la perfección y se agradecen en estos tiempos donde el cine hollywoodense se encuentra bajo el yugo de la corrección política.

Dentro de los aspectos técnicos la obra del director presenta el nivel de calidad que solemos encontrar en su filmografía, sin embargo en este proyecto en particular sobresale la excelente banda sonora de Robbie Robertson, mítico miembro de la agrupación The Band que fue protagonista de esa obra maestra del cineasta titulada The Last Waltz (1976).

Robertson, quien falleció el pasado mes de agosto, colaboró en numerosas oportunidades con Scorsese pero en esta producción se despidió por la puerta grande con su mejor obra en este campo.

La musicalización no pasa desapercibida y fusiona de un modo efectivo el rock con la música indígena que desde mediados de los años ´90 cobró notoriedad en su discografía.

Mención especial para la vuelta creativa que le añade el director a la clásica secuencia de epílogo donde se narra el destino final que tuvieron los protagonistas en esta clase de películas. 

Los asesinos de la luna claramente sobresale entre los grandes estrenos del año y merece ser experimentada en una pantalla de cine.

Al escribir estas palabras ya pasaron casi 48hs que vi Los asesinos de la luna y hay un plano que no puedo sacarme de la cabeza. Viene una y otra vez hacia mí.

No lo describo porque sería un spolier, pero intento dejar en claro lo poderosa que es esta película.

Y en esta época donde aflora un meme muy gracioso que dice “esto si que es cine”, vale la pena aclarar cuando REALMENTE lo es.

Martin Scorsese hace cine cuando el séptimo arte se encuentra en pura agonía. Para muchos incluso está muerto.

A sus 80 años nos regala otro formidable film, otra faceta del director que creíamos conocer a la perfección en un viaje fascinante a la historia oscura y desconocida de Estados Unidos, bajo el brillante y despiadado sol de Oklahoma post Primera Guerra Mundial.

Más allá de las polémicas sobre el pueblo de los Osage, porque -como no podía ser de otra manera- están quienes dicen que este film es un acto de justicia para ellos y otros que afirman todo lo contrario.

El buen Marty nos muestra algo que podríamos empatar con sus relatos previos de crimen y gangsters, pero con un giro en un mundo donde la codicia, la traición y la corrupción laten bajo la superficie de la una sociedad de Siglo XX aún en construcción, pero en el alma de un pueblo originario que rompió su propio estatus quo como consecuencia del petróleo.

Y aquí destacamos las tres grandes joyas de esta producción: las leyendas Leonardo DiCaprio y Robert De Niro y la cuasi ignota Lily Gladstone quien tiene (y logra) la magna tarea de estar a la par con sus co-protagonistas.

Asimismo, me animo a decir que es el film de más difícil digestión de Scorsese de los últimos 20 o 30 años. Para el gran público puede llegar a ser pesada y sentirse mucho sus tres horas y media de duración.

Posee una narrativa lenta y por momentos pausada. Lo cual es parte de la maravilla e identidad de esta obra. Pero no será para las grandes masas ni para público ocasional. 

Es para el disfrute de la cinefilia pura y dura.

En resumen, Killers of the Flower Moon, resulta ser OTRA obra maestra de Martin Scorsese que fusiona su estilo característico con una narrativa histórica fascinante y sirve como recordatorio de por qué es el gran prócer del cine. Un maestro del cual hay que aprender. Y Si él habla (si él filma) el resto se calla la boca y aprende.

 No se la pierdan.