La trágica historia del barco Deméter, que transportaba a Drácula desde Transilvania a Londres, siempre fue uno de los pasajes atractivos de la novela de Bram Stoker.

El proyecto de realizar un film centrado exclusivamente en este fragmento del libro, que por lo general siempre ocupó un breve espacio en las adaptaciones cinematográficas, resultó una odisea para los productores y finalmente se concretó en el 2023 tras 20 años de contratiempos.

Luego del suceso comercial de El descenso, el director Neil Marshall estuvo vinculado con esta propuesta que iba a tener como protagonistas a Viggo Mortensen  y Jude Law.

Sin embargo tras las continuas postergaciones los artistas luego siguieron adelante con otras producciones.

En el 2019 la película revivió otra vez gracias al impulso de la productora de Steven Spielberg, Amblin, que delegó la dirección en el noruego Andre Overdrall, quien de este modo debutó en la industria de Hollywood.

Ovedrall cosechó muy buena reputación en el cine independiente europeo con esa joyita del género de monstruos gigantes que fue Trollhunter y La autopsia de Jane Doe donde abordó el thriller sobrenatural.

En esta incursión dentro de los grandes estudios norteamericanos sale muy bien parado con una de las mejores películas que se hicieron en los últimos años en torno a la figura de Drácula.

Su relato mantiene ese tono lúgubre y depresivo que tenía el pasaje de la novela de Stoker y lo convierte en un thriller de horror muy interesante donde consigue mantener la tensión y el suspenso,  pese a que la gran mayoría del público ya conoce su resolución.

La película aprovecha muy bien el concepto de la amenaza del vampiro dentro de un escenario claustrofóbico que se termina por convertir en un personaje más de la trama.

Overdrall no abusa del recurso del jumpscare y apuesta a una combinación muy efectiva de los efectos prácticos de la vieja escuela con la tecnología CGI para hacer lucir al villano, cuya apariencia evoca el clásico Nosferatu de Murnau.

Dentro del reparto Corey Hawkins (The Walking Dead) y Aisling Franciosi (Game of Trones) conforman una buena dupla protagónica que se aleja de los estereotipos que suelen aparecer en las películas de este personaje.

 Comparado con los últimos desastres que se hicieron con Drácula, como la historia de origen con Luke Evans y el mamarracho bizarro de Darío Argento, la obra de Overdrall ofrece un espectáculo muy superior que merece su visionado en el cine.

Mi única objeción hacia esta película se relaciona con el final que parece intervenido por los ejecutivos del estudio.

La trama tiene un final concreto pero en los últimos minutos se extiende el relato con una especie  de epílogo innecesario que no es otra cosa que un burdo anzuelo para proponer una segunda parte.

Queda la sensación que esas escenas corresponden a un reshoot que no tiene nada que ver con la visión original de Overdrall.

Lo más probable es que la continuación no se concrete ya que en Estados Unidos esta película no pudo recuperar su presupuesto limitado de 45 millones de dólares.

Dentro de los estrenos relacionados con el terror la ubico entre los títulos decentes que pasaron por la cartelera en lo que va del año.

Vengo esperando está película desde hace unos 15 años, dado a que el proyecto cambió de productores, directores y tuvo varios guiones.

Lo esperé mucho porque Drácula es una de mis personajes favoritos y la idea de una película estilo Alien (1979) que se centre en el capítulo de la novela donde todo ocurre en el Demeter, me pareció siempre fantástica.

Recordemos que Bram Stoker escribió Drácula en tercera persona indirecta, es decir, no hay un narrador en concreto, sino que el lector va siguiendo los diarios de los diferentes personajes, las noticias y, en esta adaptación en particular, la bitácora del barco Demeter, que fue el navío que trasladó al conde (en 50 cajones de tierra) desde Transilvania hacia Inglaterra y donde no hubo sobrevivientes.

Vimos muy poco de esto en la pantalla, ya que el film de John Badhamde 1979 protagonizado por Frank Langella arranca con el naufragio y la obra maestra de Francis Ford Coppola estrenada en 1992, muestra apenas unos minutos de esto.

Y esas son las dos únicas producciones que muestran al barco.

Más allá de esta intro, el film es realmente muy bueno y merece mucho más reconocimiento del que está teniendo.

El director André Øvredal tomá muy bien lo enseñado por Ridley Scott en el "Octavo Pasajero", pero con el aura más terrorífica y fantástica que este personaje amerita.

A nivel visual me sorprendió. Desde la escala para ser una película de presupuesto mediano tirando a chico. Así como también está muy bien el arte: el manejo de la oscuridad, sombras y el maquillaje.

La criatura Drácula está muy bien pero no llega a la excelencia ganadora del Oscar que se llevó el equipo de Coppola hace más de 30 años. Le juega en contra los momentos de CGI.

Los personajes son obvios, pero están bien. Cumplen en pos de la historia y hay sorpresas, aunque las mismas te las ves venir. Amén de la coyuntura de Hollywood para dos roles específicos.

El último viaje del Demeter, verdadero y mejor título que "Drácula Mar de sangre, es una excelente entrada en la siempre creciente historia del vampiro más famoso y vale ser vista en el cine.