Bajo la premisa “hagamos cualquier cosa que está todo pago y la película no le importa a nadie”, el director James Wan presenta una de las obras más olvidables de su carrera junto con la entrega previa que tuvo este personaje.

En realidad no se la puede considerar una producción de Wan ya que se trata de otro producto Frankenstein insípido y si alma intervenido por el estudio Warner.

La diferencia es que si la comparamos con la aberración de Flash, la continuación de Shazam y Blue Beetle, la nueva entrega de Aquaman tiene un poquito más de dignidad y por consiguiente queda mejor parada dentro de lo que fue un año desastroso para la franquicia DC.

Cabe destacar que El reino perdido tampoco es el desastre que auguraban los rumores negativos de las funciones de testeo.

La versión que algunos espectadores abandonaron la sala indignados por el contenido del film suena a cortina de humo chapucera de you tubers.

Creo que el público que disfrutó la película del 2018 puede pasar un momento ameno con la continuación y quienes la detestaron encontrarán un pantallazo de lo que podría haber sido una saga que tenía la intención de acercarse un poco más a la fuente de los cómics.

En esta oportunidad Wan al menos hizo un mínimo esfuerzo por expandir la mitología del mundo que rodea al protagonista.  

En la nueva película se puede ver una pincelada de lo que hubiera sido una introducción a la historia de Geoff Johns, Throne of Atlantis,  que desarrollaba una guerra entre Atlantis y la humanidad.

Queda claro que el director no planeaba estancar al personaje en el terreno de la comedia familiar pero con la debacle de la franquicia y todos los cambios corporativos que atravesó Warner la saga de Aquaman terminó distorsionada en un espectáculo diferente.

De este modo nos encontramos con este pastiche audiovisual donde la exploración del mundo de Atlantis se combina con una buddy movie bobalicona protagonizada por Arthur Curry y su hermanastro Orm (Patrick Wilson) que ahora juega el rol de anti-héroe.

La película tiene la estructura de un video juego donde estos dos personajes atraviesan diversas pantallas hasta que llega la batalla final con el enemigo principal.

No pidan más porque es lo que hay.

Yahya Abdul-Mateen presenta un trabajo digno en el rol de Black Manta, pese a que el guión no le permite desarrollar su rol, mientras que Amber Heard tiene mucha más escenas de lo que dieron a entender los avances y queda la sensación que su participación en la continuación no fue reducida como se esperaba tras el litigio judicial con Johnny Depp.

Si bien cuenta con una intervención secundaria Mera tiene su peso en el primer acto y no pasa desapercibida.

En lo referido a los campos técnicos la película ofrece un trabajo irregular en los  efectos especiales.

Hay secuencias de acción cuidadas que quedaron muy bien en los aspectos visuales y otras que son un desastre y se puede percibir que los actores fueron reemplazados por monigotes de CGI que parecen salidos de un video juego.

Lo peor de esta producción, más allá del guión Frankenstein y la edición realizada con el cuchillo de Michael Myers es Jason Momoa.

Nunca dio pie con bola en este personaje y todo lo que hizo fue tomar el mismo rol que suele tener en el cine y adaptarlo al género de superhéroes.

Su labor ni siquiera se puede considerar una interpretación ya que no hay diferencias en el modo en que encara a Aquaman y sus intervenciones en cualquier programa de entrevistas.

Si esta continuación fuera un cómic se la podría representar como esos números auto-conclusivos olvidables que suelen publicarse entre arcos argumentales extendidos.

Aunque se trata de una propuesta mediocre al menos consigue ser entretenida y queda mejor parada frente a todo lo que presentó DC durante el fatídico 2023.

Nadie se esperó la gran sorpresa que fue Aquaman en 2018. Film que al día de hoy sigue ostentando el record de ser la más recaudador de la historia de Warner/DC con más de 1100 millones de dólares.

En el medio pasaron muchas cosas: dos cambios de directivas en Warner/DC y el fin del llamado DCEU, es decir, el Universo Cinematográfico de DC.

De esta manera, Aquaman y el Reino Perdido se convierte en la última película. Cerrando el arco abierto en 2013 con Man of Steel.

¿Esto importa sobre el disfrute del film en sí mismo? La respuesta es no. Y ahora me meteré en ello. Pero si hay que destacar que ser el último afectó a su promoción y -seguramente- a su resultado.

Ahora bien, la película es buena pero no está a la altura de su predecesora.

Aquella fue una épica de aventuras con vibras noventeras y una pareja cuya química realzaba.

Aquí no pasa lo mismo.

En primer lugar, ahora el formato es una buddy movie. Lo cual es lo único que funciona bien gracias al gran laburo de Jason Momoa y Patrick Wilson. Pero todo lo demás se siente forzado y recortado.

Y si vamos a hablar de tijeras, hay que mencionar a Amber Heard. Su personaje, Mera, fue claramente cercenado como consecuencia de haberse convertido en enemiga pública (para muchos, pero no para todos) por el escándalo y el juicio contra su ex parido Johnny Depp.

Aunque los productores y el director no lo admiten. Se nota mucho esa tijera, sobre todo en el set up del film.

Y Mera fue uno de los grandes fuertes de la primera película. Su ausencia aquí es muy perjudicial.

Otra cosa muy importante ya establecida, había sido el romance del padre de Aquaman (Temuera Morrison) con la Reina Atlana (Nicole Kidman) y aquí se le da casi cero enfoque salvo por un par de planos.

Lo único concordante es el odio (y la exploración de este) de Black Manta (Yahya Abdul-Mateen II) hacia Aquaman y la evolución de Orm (Wilson).

En el caso del primero, se exagera demasiado y le quita tridimensionalidad al personaje. En cambio, el segundo está bien.

El humor está un poco desmedido y hay chistes muy malos.

Y en cuanto a la puesta, es sin dudas la película más floja de James Wan.

Salvo por un par de secuencias, no vemos la mano del director.

Olvidémonos del genial plano secuencia de los techos o la secuencia terrorífica de La Fosa. No hay nada de eso aquí.

La película está correcta y punto.

Lo mejor es Jason Momoa y Amber Heard, que tal como ya señalé más arriba, tiene un rol muy breve.

Y lo peor sin duda es Black Mantha porque se caricaturizó al personaje demasiado. 

Pero tampoco no puedo dejar de mencionar los remates humorísticos constantes, al mejor estilo Marvel. Algo que me tiene muy cansado.

Pese a todo esto, quienes vayan a ver el film no creo que hagan este escrutinio y la pasarán bien. Ya que como película funciona.

Ahora habrá un año y medio de pausa hasta el estreno de Superman Legacy y el arranque del nuevo universo llamado DCU. Esperemos no solo cohesión sino también que el público acompañe.