El Exorcista: Creyentes suma una nueva adición a la lista de abominaciones que ofreció la productora Blumhouse en el último tiempo junto con la remake de Jóvenes brujas y las recientes entregas de Halloween.

No hay ninguna sorpresa en esta cuestión.

Desde el momento en que se anunció el proyecto las posibilidades de encontrar un espectáculo decente eran nulas, debido a que la realización quedó en manos de un cineasta incompetente como David Gordon Green.

 Más allá de esta cuestión la obra maestra de William Friedkin no necesitaba una continuación y mucho menos una trilogía gestada por los mamertos que le dieron a Michael Myers un sidekick.

En el pasado estos proyectos siempre terminaron mal y el único film que años después llegó a ser un poco más valorado fue El Exorcista 3 (1990), donde William Blatty adaptó su novela, Legión.

Con todas sus falencias al menos aportó una de las mejores secuencias de jumpscare de la historia y no en vano adquirió estatus de culto.

La nueva película de Blumhouse ofrece un bodrio tedioso construido a través de un collage de situaciones que no tienen el menor sentido.

Gordon Green no hace el mínimo esfuerzo por expandir la mitología de los elementos sobrenaturales de la novela de Blatty y su labor se limita a elaborar un refrito bobo destinado a chicos de 12 años que probablemente no vieron la obra original.

Para quienes se entusiasmaron con el regreso de Ellen Burstyn en el rol de Chris MacNeil tampoco hay buenas noticias.

Su participación es intrascendente y obviamente el personaje termina arruinado con las idioteces habituales que priman en el cine de este director.

Las escenas de Burstyn se podrían eliminar de la película y no afectarían en absoluto el desarrollo del conflicto principal, ya que la intervención de la actriz no es otra cosa que un burdo gancho de fan service para justificar la existencia de esta bazofia.

El Exorcista: Creyentes es una producción chapucera afectada por dos grandes problemas.

En primer lugar el contenido se encuentra sometido a la dictadura de la corrección política que prima desde hace años en los productos hollywoodenses.

Por consiguiente, así el film hubiera quedado a cargo de un buen realizador tampoco tenía chances de tomar riesgos artísticos notables como lo hicieron William Friedkin y William Blatty en 1973 por la sencilla razón que la industria del cine hoy se desarrolla en un mundo diferente.

 El otro inconveniente reside en la mediocridad habitual de Gordon Green, responsable de entregar una película aburrida donde el horror brilla por su ausencia, al igual que las situaciones de tensión y suspenso.

Su gran aporte se limita a representar escenas de posesiones que vemos prácticamente todas las semanas en los cines con los típicos estrenos que copian de manera tonta la obra de Friedkin.

Para el momento en que llega el clímax pedís a gritos que entre en escena el Padre Jebedaiah Mayii (Leslie Nielsen) y te libere de la tortura.

 Entre los pocos aspectos positivos podemos rescatar las interpretaciones decentes del reparto, donde consiguen quedar bien parados Leslie Odom Jr (Hamilton), Ann Dowd (The Handmaid Tale) y la estrella de música country Jennifer Nettles.

Las niñas poseídas hacen lo que pueden en la bobalicona tarea que les impusieron de imitar a Linda Blair.

En los campos más técnicos los efectos de maquillaje dentro de todo estuvieron cuidados y no se abusa tanto del CGI.

 No hay mucho más para resaltar.

Más que una continuación la nueva entrega de El Exorcista es una remake descerebrada en la línea de lo que fueron los refritos recientes de Carrie y Firestarter.

Dentro de esta temática la obra española de Paco Plaza, Verónica, sigue siendo lo mejor que se hizo dentro del género en los últimos años y vale la pena recordar su recomendación si no tuvieron oportunidad de verla.