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Debido a que no llegué a cubrir la función de prensa, el jueves vi esta película en una de las primeras funciones en una sala del barrio de Belgrano.
Antes que Había una vez en Hollywood completara su primera hora tres personas, sentadas en diferentes lugares, se levantaron de sus butacas y se retiraron.
Si uno tiene en cuenta el costo que tienen actualmente las entradas de cine esta obra debe generar un fastidio notable en algunos espectadores para que tengan ese tipo de reacción.
En última instancia si la película te parece mala a veces no queda otra que fumarte el garrón y después protestás por alguna vía.
Ahora levantarse de la butaca habla de una sensación de rechazo diferente y en un punto entiendo también a estas personas porque es un estreno que claramente dividirá las opiniones.
Dentro de la obra de Quentin Tarantino, quien para mi ofrece uno de los mejores estrenos del 2019, es una propuesta complicada por la manera en que concibió su relato.
Nos encontramos ante un film que a simple vista plantea una historia donde no sucede nada en el sentido más literal del término. Podés salir en cualquier momento de la sala para tomarte un café y volver que no te perdiste nada relevante si esperás ver un espectáculo con una estructura de argumento tradicional.
El relato está construido con viñetas de la vida cotidiana de un actor en decadencia (Leonardo DiCaprio) y su doble de riesgo (Brad Pitt) durante tres días. Luego hay un salto temporal de seis meses en la que estos personajes se desenvuelven en el clímax, donde intervienen los miembros de la familia Manson.
La parte del film en la que aparece el Tarantino más grotesco y tradicional de los últimos años.
Había una vez en Hollywood es una obra complicada que le demanda al espectador tener un determinado bagaje cultural sobre los temas que se abordan, ya que de otro modo te quedás afuera de esta propuesta. Por eso entiendo que a otras personas les pueda resultar un bodrio infumable y me parece una reacción válida.
Ahora si sos un apasionado de la historia del cine y muy especialmente de la cultura de los años ´60 este film se vive de una manera muy diferente.
En lo personal la disfruté muchísimo por la experiencia inmersiva del viaje en el tiempo que propone y el modo en que explora diversos géneros cinematográficos a través del metalenguaje.
Tarantino nos transporta a 1969 un período muy especial de Hollywood en la que la industria del entretenimiento se encontraba en una etapa de transición e incertidumbre.
Se trata de esa franja de tiempo cultural que tuvo lugar antes de la aparición de aquella camada de cineastas que integrarían el denominado “nuevo Hollywood” de los años 70, conformada por Peter Bognadovich, Monte Hellman, Sam Peckinpah, Martin Scorsese, Spielberg, Francis Ford Coppola, y Robert Altman, entre tantos otros.
Una generación que de alguna manera fue eco también del nuevo cine de autor europeo que había cobrado fuerza en Francia con la Novelle Vague y aparecían para plantear una revisión ideológica (junto con una renovación estética) de los géneros tradicionales de Hollywood.
1969 es el año en que apareció Easy Rider, de Dennis Hopper, que representó a la contracultura de ese momento que no tenía referentes en las producciones de los grandes estudios.
A través de las vivencias de Rick Dalton (DiCaprio) y Cliff Booth el director nos transporta al ocaso de la era dorada de Hollywood y del sueño hippie del Flower Power, que sería distorsionado por los psicópatas de la familia Manson.
Tarantino utiliza elementos de la fábula y el cuento de hadas para explorar diversos géneros dentro de un mismo relato (en ocasiones en una misma escena) de un modo apasionante.
Desde el spaguetti western al cine bélico europeo que son abordados de un modo diferente a lo que fueron sus trabajos previos, ya que esta vez se concentra en la cocina detrás del cine.
Todo a esto a través de un relato plagado de referencias culturales que están interconectadas entre sí.
Por ejemplo, en un momento hay una escena que tiene lugar en el departamento de Brad Pitt donde se puede ver un afiche con la imagen de la actriz Anne Francis.
Recordada figura de la serie Honey West, la icónica detective de las novelas pulp de fines de los años ´50 que es el material con el que se cultiva el personaje de DiCaprio.
Aparecen también los cómics westerns de Marvel de ese período, como Kid Colt, que explotaban el estilo de serie de televisión que se hacía en aquellos años, que convirtió en una figura popular a Rick Dalton.
Las referencias conectadas son permanentes dentro de una extraordinaria puesta en escena, donde los años ´60 cobran vida con un realismo impactante.
Estas es una película que la podés ver más de una vez y le vas a encontrar detalles en los escenarios que se te pasaron por alto en el primer visionado.
Tate es una figura que a nivel popular está asociada con la muerte y en este film Tarantino opta por celebrarla en vida con un tratamiento bastante emotivo para lo que suelen ser los trabajos de su filmografía.
Margo Robbie ofrece una muy buena labor en este rol, pese a que el papel es limitado porque el foco de la narración no está puesto en Sharon.
Dentro del reparto la dupla que integran DiCaprio y Pitt es estupenda y genera un enorme atractivo por esa amista y el particular vínculo laboral que los une.
Por otra parte, resulta muy interesante el tratamiento que le dio a los miembros de la secta Manson que llegan a ser completamente aterradores. Dentro de la fabula que se narra los personajes son trabajados correctamente como el lado más oscuro y perverso del sueño hippie. Impecable le casting de Susan “Sadie” Atkins.
No obstante, esta no es una película sobre ellos ni los crímenes que cometieron en 1969 si bien hay referencias al respecto. De hecho, el personaje de Manson apenas tiene un cameo.
En este viaje en el tiempo que nos propone Tarantino no faltan obviamente los vicios que son parte del ADN de su cine, como el fetichismo de pies (que alcanza un nivel épico de un modo obsceno) la violencia extrema brutal y la musicalización del relato que para variar es extraordinaria.
El modo en que usa el tema de los Rolling Stones, Out Of Time, para tejer un enlace en el acto final, entre la dupla de Rick Dalton y Cliff Booth con Sharon Tate es una genialidad absoluta.
El mismo término se puede aplicar a la visita que hace el personaje de Pitt al rancho donde habitan los seguidores de Manson, en una escena que evoca el mejor cine de terror de los años 70 y encima lo consigue a través de una secuencia diurna.
Mi única objeción hacia este film pasa por el tratamiento que se le dio al personaje de Bruce Lee que es presentado como un imbécil arrogante. Creo que fue una humorada de Tarantino que no terminó de salir bien y se podía haber evitado.
Ahora tampoco me parece que sea un hecho para desgarrarse las vestiduras como lo hicieron los familiares y amigos del artista marcial en los medios.
En defensa de Quentin es menester recordar que la imagen de Bruce Lee fue mucho más bastardeada en el cine asiático de los años ´70, que explotó su muerte de un modo repudiable a tal punto que dio origen a un subgénero cinematográfico, como el Bruceploitation.
No estuvo bueno el tratamiento que le dio el director en esta película pero tampoco es para hacer un escándalo.
Vuelvo a reiterar, esta no es una propuesta para todo el mundo pero quienes se conecten con la experiencia que propone el director y las referencias culturales pueden encontrar un espectáculo fascinante.
En estos días donde Hollywood se limita a ofrecer películas de superhéroes, remakes y el cine de mierda de Disney, defendido por los cabezas de funko, las obras de este tipo al menos nos regala una bocanada de arte puro en su mejor expresión.
El día que la frase en letras amarillas, A film by Quentin Tarantino, deje de aparecer en las salas se lo va extrañar muchísimo, por eso hay que disfrutarlo mientras sigue activo.
Tal vez no te conectes con la propuesta como lo hiciste con sus trabajos previos pero al menos es una alternativa diferente en un momento donde nos acostumbramos a ver más de lo mismo.