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En estos últimos años el neo-western volvió a cobrar fuerza en el cine norteamericano con buenas producciones como Sin lugar para los débiles (de los hermanos Coen), Los tres entierros de Melquiades Estrada (dirigida por Tommy Lee Jones), El último desafío (Arnold Schwarzenegger) y Red Hill de Patrick Hughes, el director de Expendables 3, que no pasó por las salas locales.
Este subgénero básicamente toma los elementos clásicos del western tradicional para adaptarlos en un contexto moderno.
Sin nada que perder es una de las mejores producciones que se hicieron dentro de este estilo y también se fusiona con el policial negro.
Los hermanos Howard, que componen Chris Pine y Ben Foster, tranquilamente podrían haber sido creaciones de Elmore Leonard (El tren de las 3:10 a Yuma), quien en sus relatos de cowboys solía trabajar bastante esta misma combinación de géneros.
Con un conflicto extremadamente sencillo el director escocés David Mackenzie presenta una radiografía brillante de la eterna relación de los norteamericanos con las armas de fuego y la violencia, que forma parte del ADN de su idiosincracia.
Muy especialmente en esos pueblos postergados de Texas, que integran el escenario principal esta película, donde el espíritu del viejo Oeste todavía sigue presente.
Hay una escena fantástica de este film donde los hermanos ladrones escapan de un banco y empiezan a ser atacados por los vecinos del lugar en las calles, quienes obviamente están todos armados. Esa situación grotesca que parece salida de una vieja película de cowboys es completamente realista porque la gente que habita esos pueblos, en efecto, viven armados.
Sin nada que perder presenta un conflicto que vimos numerosas veces en el género western y el policial y en ese sentido el film no pretende ofrecer nada nuevo. Sin embargo, el atractivo de esta propuesta pasa por la narración de Mackenzie, quien construyó a la perfección la tensión del relato y las interpretaciones de los tres figuras principales.
Esta es la primera vez en la que podemos ver a Chris Pines construir un personaje donde se pierde por completo en el rol. Un trabajo que demuestra claramente cómo se desaprovecha su talento en otros filmes.
Pine acá sorprende con una labor dramática muy interesante que esperemos siga explorando, ya que está para más que encarnar roles superficiales en producciones pochocleras.
Jeff Bridges para variar la rompe como un implacable sheriff, quien es mucho más sagaz de lo que aparenta. La escena en que expresa su opinión sobre el fútbol, que los norteamericanos denominan Soccer, es maravillosa.
En el caso de Ben Foster, que es un tremendo actor subestimado, su labor en este film sorprende un poco menos, ya que en el pasado interpretó roles intensos similares. De todos modos llega a tener sus escenas destacadas, especialmente esos momentos íntimos que comparte con el rol de Chris Pine.
Sin nada que perder es la primera película que llega a los cines locales del director Mackenzie y seguramente más de un espectador se tentará con buscar sus trabajos previos, luego de disfrutar esta producción.
Una de las grandes opciones que se encuentran disponibles en la cartelera a partir de esta semana y recomiendo no dejar pasar.