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Dunkerque es una película experimental del director Christopher Nolan que ofrece una experiencia cinematográfica exclusivamente concebida para ser disfrutada en una pantalla de cine, muy especialmente en una sala IMAX.
Esa es una gran desventaja que va a tener este estreno en visionados posteriores, ya que el espectáculo inmersivo que propone es imposible de replicar en el hogar, por más pulgadas que tenga tu televisor.
La trama se centra en la operación de rescate de las fuerzas aliadas tras la derrota de la batalla de Dunkerque en 1940, un hecho que no contaba con demasiados antecedentes en el cine.
Los ingleses hicieron una película en 1958 (que nunca llegué a ver) y en el 2004 el canal BBC estrenó un muy buen docudrama narrado por Timothy Dalton que ahora se convierte en un complemento perfecto del trabajo de Nolan.
Su obra no indaga demasiado en los detalles históricos del rescate de las tropas aliadas, ya que se trata de una larga secuencia de acción de 106 minutos que sumerge al espectador en el terror que vivieron los soldados ingleses para intentar salvar sus vidas en ese lugar.
Dunkerque (y este es un gran mérito de Nolan) no es la clásica película bélica hollywoodense, sino que fue encarada como un intenso thriller que no da respiro desde la impactante secuencia inicial.
El director se enfocó principalmente en la acción con muy pocos diálogos y personajes que no tienen ningún tipo de desarrollo. A través de un relato no lineal, que retrata los hechos por aire, tierra y mar, la narración sigue a un grupo de soldados que intentan salir con vida de ese caos.
En un principio este cambio abrupto de perspectivas resulta un poco confuso, pero Nolan luego se encarga de conectar y cerrar cada conflicto de un modo impecable.
Otra enorme virtud de Dunkerque la encontramos en el tratamiento de la acción.
Aunque la película presenta un enfoque muy moderado de la violencia, para tratarse de un film bélico, el director trabajó el horror de los hechos desde los aspectos psicológicos y el resultado es brillante.
Es decir, en esta película el sonido de una bomba que cae del cielo logra tener un efecto más perturbador que un enfrentamiento armado.
Nolan nunca muestra a los soldados alemanes, quienes son retratados como un enemigo invisible pero implacable que no les da tregua a las tropas aliadas. Un elemento que juega un papel importante en la tensión constante que tiene la trama.
Desde los aspectos técnicos este film reúne todas esas características que los fans del director suelen disfrutar en sus trabajos. Esto incluye la clásica melodía interminable de Hans Zimmer que tanto le fascina a Nolan y que afortunadamente esta vez se usó de un modo menos invasivo que en Interestelar.
Debido a que la historia no cuenta con un único protagonista el trabajo del reparto es correcto y funcional al experimento del director.
Mark Rylance sobresale un poquito más por el hecho que su personaje es el único al que espectador llega a conocer con más detalles, pero el nivel de las actuaciones en general es muy bueno.
La única desventaja de esta película pasa por el gran talón de Aquiles del cine de Nolan que reside en los aspectos emocionales de sus obras.
Si bien Dunkerque es una producción brillante en todos los campos técnicos, el retrato que presenta de estos hechos es muy frío e impersonal.
Inclusive en las escenas que pretenden ser emotivas, la sobriedad que predomina en su relato es tan grande que cuesta conectarse con los personajes.
Christopher Nolan es como un pianista prodigio y virtuoso que ejecuta las melodías con una técnica impecable, pero su música es fría y no transmite nada.
En Vuelo 93 el director Paul Greengrass construyó un conflicto con la misma rigurosidad realista de Dunkerque y aunque los personajes tenían un mínimo desarrollo uno se conectaba emocionalmente con ellos y la pesadilla que atravesaban.
En esta película vemos gente que muere y nos dan lástima porque son vidas humanas, pero no son escenas conmovedoras que quedan en la mente a la salida del cine. La película termina por recrear un hecho bélico sobre el que el director no tiene nada para expresar.
Su atención se concentró en los efectos especiales y la puesta en escena de la acción pero se olvidó de la humanidad de los personajes.
Por supuesto en esto juega un papel fundamental la subjetividad de cada espectador y muy especialmente los gustos cinéfilos.
En lo personal, dentro de una propuesta de este género, me quedo toda la vida con la pasión visceral de Mel Gibson (por lejos, el más grande director de acción que tiene Hollywood en estos días) que al menos te emociona, la sensibilidad de Spielberg o el sentimentalismo honesto y medido de Peter Berg.
En su película El sobreviviente (con Mark Wahlberg), que no era precisamente una oda patriotera, las muertes de los soldados eran terriblemente perturbadoras y el factor emocional de esas escenas le otorgaba una enorme humanidad a la película. No pasaba todo por las secuencias de acción. Varios momentos de esa historia quedaban en la memoria días después de haber visto el film.
Eso no sucede en Dunkerque que es una obra impecable desde su puesta en escena y se disfruta en el cine, pero no tiene el mismo impacto emocional que los títulos mencionados.
Al margen de este detalle, disfruté este trabajo de Nolan y estoy convencido que el Hombre de Hojalata de Hollywood algún día encontrará su corazón y el arte que brinda trascenderá más allá de los excelentes aspectos técnicos.
Después de ver su nueva película queda claro que todavía está lejos de la Ciudad Esmeralda, pero al menos ofrece un experimento original y creativo que no pasa desapercibido y alienta su discusión.