Es de esas películas que cuentan grandes dramas, pero que tienen personajes complejos y queribles que aligeran la carga emocional. Kevin Kline es un cínico cincuentón que ha fracasado en todo porque no ha podido superar su triste infancia y el resentimiento hacia su padre ausente, quien le acaba de dejar como herencia una magnifica propiedad en París, en la que habitan un par de inquilinas que tienen mucho que ver con ese pasado que lo agobia. Diría que es tragicómica por la forma cómo los personajes afrontan sus miserias. Es también un canto de amor a París y sus viejas edificaciones. Como era de esperarse las actuaciones se destacan.