8 de octubre de 1972. Es el cumpleaños 77 de Juan Domingo Perón, quien ya percibe será el último en esa tierra que no es la suya. El ex presidente inicia el día de su cumpleaños intentando grabar su autobiografía: repasando sus años de exilio, antes de su regreso al país. La grabación está dedicada a un enigmático nombre: Sofía. Los recuerdos del General viajan a 1955, el comienzo del fin. El bombardeo a la Plaza de Mayo, los muertos, los heridos; todo regresa a su memoria, como el inicio del periplo que lo llevará, cinco años más tarde, a Madrid, con un poderoso y complejo sueño: volver a su patria. En medio de la dificultad política del regreso, Perón comienza a construir la que será su residencia en España: Puerta de Hierro. En la soledad de esa gran casa, acompañado sólo por su amigo Jorge Antonio, su mujer Isabel Martínez —y, años más tarde, por López Rega—, en una tierra que no es la suya, conoce a Sofía: una joven librera que le trae el vivo recuerdo de Evita. Sofía es la única persona con la que Perón se muestra tal cual es. Ella no sabe quién es él, y le permite dialogar, discutir y compartir distintas miradas sobre la vida. Con el paso de los años, la lucha por la vuelta a la Argentina se torna vertiginosa. Perón descubre que su cuerpo no es el mismo. Una grave enfermedad lo está debilitando. Entre tantas decisiones, su cumpleaños 77 lo encuentra en Puerta de Hierro, recibiendo a las distintas y diversas alas del peronismo. Grabando varias cintas para dejarle a Sofía. Y resolver ese gran dilema: quedarse o volver.