B -
Aunque los nuevos directores tuvieron la intención de volver a las raíces de La maldición del Perla Negra, la nueva entrega de Piratas del Caribe resultó un film monótono en el que se percibe un desgaste absoluto de los personajes y el mundo de fantasía que propone.
La dirección en este caso corrió por cuenta de dos buenos cineastas como Joachim Rønning y Espen Sandberg, la dupla noruega de ese drama histórico de aventuras que fue Kon Tiki, estrenado hace un tiempo en las salas.
Lamentablemente en este trabajo tuvieron las manos atadas a la hora de crear algo diferente, ya que los productores hacen cualquier cosa por complacer los caprichos de Johnny Depp con tal que repita el ya infumable personaje de Jack Sparrow.
Como el actor se negaba a que la villana fuera una mujer, el guión tuvo que ser modificado y Deep intervino también en la reescritura de la historia.
No es fácil para los nuevos directores trabajar en este contexto donde tenés una estrella que tiene tanto poder de influencia y hace literalmente lo que quiere.
La venganza de Salazar ofrece un comienzo prometedor en la primera media hora, donde se presentan los nuevos personajes, Henry Turner (hijo de Will Turner y Bella Swann) y las astrónoma Carina Smyth.
Con esta dupla conformada por Brenton Twaithes (Dioses de Egipto) y Kaya Scodelario (Furia de Titanes) los productores intentaron replicar sin éxito la pareja que conformaban Orlando Bloom y Keira Knightley en los primeros filmes de la serie.
Sin embargo, la química entre las nuevas figuras es muy débil y los personajes nunca llegan a tener la fuerza necesaria para renovar con entusiasmo la saga.
No puedo dejar de mencionar el bochornoso casting de Twaithes en el papel de Henry Turner, quien es apenas cinco años menor que Keira Knightley.
Resulta imposible creer que el actor es el hijo de Orlando Bloom y Knightley porque parece un hermano menor de ellos.
Tal vez si al personaje lo retrataban con 12 años, como ocurre en el prólogo de la historia, el conflicto funcionaba mejor y de paso le rendían un homenaje a Jim Hawkins de La isla del tesoro.
El problema es que necesitaban a Henry más adulto para forzar una historia romántica que luego no resulta muy convincente.
La película presenta un estancamiento en la monotonía desde el momento en que aparece Johnny Depp, con su habitual interpretación en piloto automático.
A lo largo de la serie, el actor jamás se preocupó por darle matices diferentes a la encarnación del pirata y su personaje se convirtió en una caricatura que terminó por aburrir.
Las morisquetas de Sparrow ya no funcionan y aquellas expresiones que antes generaban simpatía ahora resultan indiferentes.
Por otra parte, Javier Bardem tiene poco para hacer en la trama y resulta desaprovechado en un papel que era más interesante que los villanos ridículos que aparecieron en las entregas previas.
La nueva dupla de directores abre la película con una buena secuencia de acción donde se presenta al Capitán Sparrow, pero luego su labor se compone de escenas genéricas que son aburridas de ver.
En ese sentido se extrañan los combates de esgrima y persecuciones que elaboró el director Gore Verbinski en el film original del 2003.
La película se hace demasiado larga para la clase de conflicto que presenta y hacia el tercer acto perdió todo el atractivo que tenía en los primeros minutos.
Pese a que aparecen todos los actores del reparto original no hay ningún momento dentro de este conflicto que sea memorable y La venganza de Salazar pone en evidencia el desgaste absoluto de una franquicia que ya venía en decadencia.
La realidad es que los piratas del Caribe cumplieron un ciclo y es hora que Jerry Bruckheimer y Disney empiecen a buscar nuevos horizontes.