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Con todas las imperfecciones que se le puedan objetar, Tomorrowland se destaca entre las mejores películas live action de Disney que surgieron en estos últimos años.
Luego de su incursión en el cine de acción con la cuarta entrega de Misión imposible, el director Brad Bird volvió a trabajar la fantasía y la ciencia ficción en una propuesta que evoca el espíritu de las viejas producciones live action de este estudio realizadas entre los años ´60 y mediados de los ´80.
Hay que darle el crédito a Bird por animarse a contar en la actualidad una historia extremadamente optimista e idealista que más allá de los efectos especiales tiene algo para decir y deja un gran mensaje a los más chicos.
Después podemos discutir el modo en que lo hace, pero en general el film transmite buenos valores y retoma la sensibilidad que tenía El gigante de hierro, la ópera prima del director.
Tomorrowland es una historia original que no se basa en ningún cómic de Marvel, saga literaria best seller o algún clásico del cine y este es un aspecto del film que tampoco debe pasarse por alto.
La película comienza con mucha fuerza y desde las escenas iniciales Bird consigue capturar la atención del espectador con ese mundo de fantasía que creó junto al guionista Damon Lindelof (productor ejecutivo de la serie Lost).
Durante la primera mitad de la trama la narración de Bird se concentra en desarrollar los orígenes de los personajes principales que interpretan Britt Robertson (Scream 4) y George Clooney, donde sobresalen algunos de los mejores momentos de este film. Muy especialmente cuando los protagonistas comparten escenas con la joven actriz Raffey Cassidy (Sombra tenebrosas), quien resultó la figura más destacada del reparto con su interpretación de la misteriosa niña Athena.
Luego la película entra en el terreno de Men in Black y se enfoca más en la acción y la aventura.
Desde los aspectos técnicos esta producción es impecable y sobresale especialmente en los diseños de los escenarios retrofuturistas, la fotografía y el uso de los efectos especiales que estuvieron al servicio de la narración del director, a diferencia de lo que suele ocurrir con otras propuestas de este estilo.
Lamentablemente la película de Bird flaquea en el tercer acto donde tiene lugar la resolución del conflicto. Un problema que tiene Tomorrowland es que hacia el final el director ubica en un segundo plano la fantasía y la aventura para concentrarse a pleno en la prédica del mensaje que quiere dejar el film.
La resolución de la historia cae en varios clichés que vimos en otras producciones y el clímax de la trama no tiene la misma fuerza que presentó la primera media hora. En lo personal me hicieron ruido también las referencias forzadas al merchandising de Star Wars que no fueron insertadas por una pasión cinéfila del director a la obra de George Lucas sino por un fin comercial del estudio Disney.
Aunque el destino final al que llega Tomorrowland tal vez no sea tan apasionante como prometía la intriga del argumento, el viaje es lo que cuenta y en ese sentido Brad Bird no defrauda para nada.
La película tiene ese espíritu soñador que siempre estuvo presente en los clásicos de Disney y consigue brindar un gran espectáculo que se disfruta a pleno en el cine.