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"Lo atamo' con alambre, lo atamo', lo atamo' con alambre señor.
Lo atamo' con alambre y con un cachito de cinta scotch"
La canción de Ignacio Copani podría haber sido el soundtrack perfecto para incluir durante los créditos finales de este film, ya que retrata de un modo preciso la esencia de
cinematográfica de esta conclusión de la saga Skywalker.
El destino final al que llega la historia probablemente despertará una acalorada discusión entre los fans de la saga, debido a ciertos conceptos que no entusiasmarán a todo el mundo.
El tema con este estreno es que brinda una propuesta amena que logra ser muy entretenida durante las horas que pasás en la butaca del cine.
Sin embargo, en el momento en que decidís analizarla con la cabeza más fría todo se desmorona como un castillo de arena porque se trata de una entrega final atada con alambre.
J.J.Abrams dentro de todo consigue darle un cierre decoroso a una trilogía muy desorganizada en la que los productores jamás tuvieron un plan definido a la hora de trabajar los nuevos personajes.
El director le da una respuesta a las incógnitas que se habían establecido en la trama, a través de un carnaval carioca de fan service, que funciona como una red de contención de los nuevos héroes que no despertaron pasión de multitudes.
La desventaja de esta cuestión es que al mismo tiempo conduce la película por un terreno seguro, sin ideas interesantes, que además resultan muy predecibles.
No hay grandes sorpresas porque en cierta manera todo esto ya lo vimos en otras películas, Estrella de la muerte incluida. La primera hora es prácticamente un video juego de Tomb Raider, donde los héroes deben recolectar objetos en diversos escenarios antes de llegar a la fase final.
No ayuda tampoco que durante la aventura todo les salga demasiado bien ni enfrenten situaciones de peligro importantes.
La última trilogía de Star Wars hizo muy poco por evadir los temas de siempre con la batallas entre los sith y los jedis, motivo por el cual este arco argumental se vive también como el cuento de la buena pipa.
En episodio VIII Rian Johnson tiró por la borda los conceptos que se habían introducido en El despertar de la fuerza y ahora Abrams regresa para desechar la visión de Johnson con un enfoque diferente de la narración.
Dentro de los aspectos positivos se puede resaltar que en esta oportunidad despojaron al
film de todo el humor Marvel que tenía la entrega previa, algo que se percibe especialmente en el tratamiento más serio que tuvo el personaje de Domhnall Gleeson, quien dejó de ser una caricatura.
Una cuestión muy loca de esta producción son los constantes pases de factura y palos al director anterior que se incluyen en el relato, algo que no recuerdo haber visto en ninguna otra franquicia.
Johnson se había cargado de un modo implacable al villano Snooke y en este capítulo Abrams convierte a Rose, un personaje que aspiraba a ser relevante y un emblema de la agenda de diversidad de Disney, en una miserable extra.
Todas sus escenas en Los últimos Jedi al final fueron una pérdida de tiempo debido que JJ la considera intrascendente y la margina a unos simples cameos, para establecer sus propios personajes femeninos que salen de la nada.
Una situación similar se da con la labor de Mark Hamill, cuya representación de Luke Skywalker parece un pedido de disculpas a los fans.
La primera frase que expresa el personaje en este capítulo no es otra cosa que la versión
jedi del clásico "yo me equivoqué, pero la pelota no se mancha" de Diego.
Uno de los tantos tiros por elevación dirigidos hacia Johnson en esta producción.
Esto es muy loco de ver porque nos encontramos con un director que le tira palos al colega que pasó previamente por la saga. Las visiones radicales de los cineastas en torno al tratamiento que deberían tener los relatos explican muchos problemas que tuvo esta trilogía.
En lo referido a la puesta en escena en general la calidad del espectáculo es correcto, salvo por unas secuencias digitales donde el rejuvenecimiento facial de un personaje es penoso de ver.
También es justo destacar que en materia de batallas espaciales, las secuencias de Rian Johnson fueron más atractivas.
La acción de Episodio IX no está para nada mal pero se vive como un espectáculo genérico.
Por esa razón en este film el fan service y la apuesta a la nostalgia genera que durante el visionado muchas cosas se pasen por alto.
El tiempo dirá que lugar ocuparán Rey y sus amigos dentro de la franquicia, junto con los artistas que los encarnaron, quienes fueron víctimas también de un manoseo de la trama, producto de la falta de planes y claridad para construir una trilogía sólida.
Se despide finalmente la familia Skywalker del cine, si bien queda la sensación que ya lo habían hecho hace 36 años en El regreso del Jedi.
Lo que vino después fue un espectáculo diferente pensado para una nueva generación de espectadores.