Kate (Catherine Keener) tiene muchas cosas en su mente. Está el problema ético de comprar muebles como saldo en las ventas de bienes raíces y venderlas mucho más caras en su sofisticada tienda de Manhattan (y ¿cuántas ganancias más puede obtener de ellas?). Existe el problema materialista de que no desea que su hija adolescente (Sarah Steele) quiera las mismas cosas costosas que a Kate le gustan. Está el problema matrimonial de compartir una sociedad como padres, de ser socios en los negocios, y en la vida con su esposo Alex (Oliver Platt) pero sentir dudas de socavar los fundamentos. Y también está la enfermedad de libre flotación del Siglo XXI que tiene Kate, el problema de cómo vivir bien y ser una buena persona cuando la pobreza, la falta de hogar y la tristeza están justamente afuera de tu puerta.

Además, están las vecinas: la vieja y achacosa Andra (Ann Morgan Guilbert) y las dos nietas que la cuidan (Rebecca Hall y Amanda Peet). A medida que Kate, Alex y Abby interactúan con las personas de la puerta contigua, entre ellos mismos, y con sus alrededores en Nueva York, se desarrolla una compleja mezcla de animosidad, amistad, decepción, culpa y amor, todo ello con un agudo humor y patetismo.