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En Detroit: Zona de conflicto la directora Kathryn Bigelow presenta la película más perturbadora de su filmografía.
Se trata de una propuesta dura e intensa de ver, cuyas escenas de violencia permanecerán en el recuerdo del espectador durante unos días luego de salir del cine.
El nuevo proyecto de la realizadora continúa esta racha que tuvo últimamente su carrera donde explora temáticas basadas en hechos reales.
En esta oportunidad la trama se centra en un caso muy polémico de violencia policial, ocurrido en el marco de los disturbios raciales de la ciudad de Detroit, en 1967.
El film se enfoca exclusivamente en los incidentes del Hotel Algiers, donde un grupo de jóvenes fueron torturados por las fuerzas policiales en un hecho que tuvo resultados trágicos.
Una situación particular ya que esta el día de hoy se desconoce qué ocurrió en ese lugar exactamente y cómo se desencadenó la violencia en el edificio.
Hace más de 50 años que se investiga en Estados Unidos el incidente y si bien hay algunas teorías sólidas ninguna brinda una versión oficial.
La directora Bigelow es muy honesta con esta cuestión y por ese motivo al espectador luego se le informa que el film es una recreación ficticia de lo que pudo haber ocurrido en el hotel.
Detroit brinda una experiencia inmersiva muy similar a la que elaboró Christopher Nolan en Dunkerke.
Bigelow nos inserta en el caos de la ciudad de Detroit y a través de una serie de personajes experimentamos lo que pudo haber sido quedar atrapado en el incidente del hotel.
Llega un momento donde el lugar se vuelve un escenario asfixiante y las situaciones de violencias son duras de digerir.
En este punto encontramos la gran debilidad de la película.
Más allá del show de tortura porno en el que se estanca la narración, Bigelow no explora en absoluto la historia de los incidentes de Detroit.
Mientras se desarrollan los hechos del hotel la ciudad se convierte en una zona de guerra y la película ignora el contexto social y político de esa crisis.
Al comienzo del film se establece por medio de una breve secuencia de animación la cronología de los conflictos raciales hasta 1967 pero la directora nunca aborda estos temas con profundidad.
Por momentos parecería que los vecinos negros de Detroit empezaron a saquear comercios porque no tenía otra cosa que hacer y hacía calor en la ciudad.
Bigelow ignora la causa concreta de los incidentes y la corrupción gubernamental que generó la degradación social de una comunidad, para limitarse a retratar a una población negra pasiva que sufre a manos de los diabólicos policías blancos.
Para tratarse de un hecho histórico tan complejo, la película presenta una mirada simplista que no expone nada que no hayamos visto en otras producciones sobre violencia policial.
Por supuesto el tema de la segregación racial en Estados Unidos sigue vigente y los casos de gatillo fácil en ese país son noticia en la actualidad.
Sin embargo, eso no convierte a Detroit en una mejor película, que lejos de incentivar una reflexión profunda e interesante echa más leña al fuego de un modo innecesario.
La recreación del período histórico está muy bien y el film cuenta con sólidas actuaciones de Will Polter (El renacido) y Anthony Mackie (Los vengadores) pero el modo en que Bigelow abordó esta temática no termina de convencer.
Dentro de estos proyectos que encaró basados en hechos reales sus trabajos previos fueron filmes superiores.